Desde los tiempos del Imperio romano por lo menos, ha existido un movimiento pendular en lo que se refiere a centros de poder. Éste se desplaza hacia un lado o hacia el otro dependiendo de las alianzas de turno y el poder de los aliados. Constantinopla, Estambul, México, Río de Janeiro, Washington, Beijing. Lo mismo que cuando la toma de Constantinopla por los turcos, Washington corre el riesgo de vaciarse de poder: señales no faltan. ¿Será China definitivamente la que le haga el relevo en América, o nosotros, como Hispanidad, seremos capaces de reorganizarnos y tomar nuestro turno? La historia también demuestra que en los últimos siglos Occidente ha optado por fragmentarse a sí mismo. ¿Seremos capaces de darnos cuenta de este vacío y liderar la reunificación de Occidente?
29 de mayo de 1453. Abandonada por sus aliados cristianos, cercada por el avance de los califatos árabes, de las dinastías persas, luego de la otomana, cae la capital del Imperio romano de Oriente en poder de los turcos, que sobre sus bases formaron otro imperio cuya caída se produjo luego de la I Guerra Mundial. Constantinopla, hoy Estambul, parecía inexpugnable. Había resistido veintiséis sitios con sus altas murallas y rodeada de mar. Todavía iba a sobrevivirla Trebisonda, también bizantina, hasta el año 1461. Mehmed II “el Conquistador” pasó a considerarse sucesor de los emperadores romanos de Oriente, Qaiser-i-Rum, aunque eso no estaba tan claro para la Cristiandad. Pero los turcos no se detuvieron allí. Avanzaron hacia Occidente, ocuparon Bosnia y Serbia y en 1468 anexaron Albania. Convirtieron Hungría en reino vasallo y Venecia en república tributaria. Desde su punto de vista, era sólo cuestión de tiempo que la Roma de Occidente cayera en sus manos. En unos años, el eje geopolítico del Mediterráneo había cambiado por completo. Pero la catástrofe no había sido repentina. Innumerables señales habían adelantado lo que podía ocurrir. Y no se las tomó en cuenta. El cisma de 1054, por ejemplo. Las rivalidades entre Constantinopla y Venecia, acentuadas durante la IV Cruzada, cuando los cruzados derrocaron al emperador y se estableció un Imperio latino en lugar del Imperio griego ortodoxo. Los progresos de Osman I en Anatolia. La pregunta es ¿qué tan preparada estaba la gente de la época para ese cambio geopolítico tan profundo? Primero, para el vaciamiento del poder de los Paleólogo, y luego, la progresiva concentración de poder en los sucesores de Osman I. Está claro que si la Cristiandad hubiese permanecido unida, aunque con dos capitales, los turcos no hubieran tomado Constantinopla, ni avanzado por Europa saqueando ciudades.
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La pregunta viene a colación porque una sucesión de hechos similares está ocurriendo bajo nuestra mirada. Sólo que esta vez el eje geopolítico que se está vaciando de poder queda en América. Nunca hemos terminado de entender qué es EEUU, y en general, Angloamérica, porque nunca hemos comprendido bien cuál fue el rol de España y la América hispanohablante en la historia de la Humanidad. Hasta creemos que se trata solamente de una historia regional. Pero alcanza con mirar un mapa: las Américas tienen el aspecto de una isla mundial que a la vez es eje interoceánico. Cuarenta años después de la toma de Constantinopla empezó a difundirse por el Viejo Mundo la noticia de que la expedición de Colón, al servicio de los Reyes Católicos, había llegado a las Indias por el oeste. No fue por casualidad que se eligió esa ruta. La hazaña de Colón significa que Occidente, a fines del siglo XV, formó un eje geopolítico de vocación católica y rito latino -porque desde 1054 al rito oriental se lo llama griego, palabra de la cual en el mismo siglo XVI derivó gringo, “extranjero”-, que se considera aliado del Papa y al servicio de la evangelización. La existencia de unas Antillas y Tierra Firme donde se podía predicar el Evangelio, formar asentamientos, abrir rutas intermedias hacia el Lejano Oriente y el Sudeste asiático, y en definitiva, multiplicar mercados, inclinó la balanza, que venía favoreciendo al Islam, nuevamente en beneficio de los reinos cristianos. España se salvó del empuje islámico -de hecho se sospechó hasta 1609 que los moriscos podían estar en combinación con los otomanos-, y al mismo tiempo salvó al Occidente europeo extendiendo el espacio de la civilización cristiana hacia un flamante Extremo Occidente. Eso ocurrió cuando los turcos venían pisándole a la Roma católica los talones.
La fecha en que Hernán Cortés y sus aliados tlaxcaltecas tomaron México-Tenochtitlan es la misma en que los otomanos saquearon Belgrado: agosto de 1521. Hay apenas unos días de diferencia. Envalentonados, los hombres de Solimán el Magnífico avanzaron en dirección a Viena, que sitiaron entre septiembre y octubre de 1529; en julio de ese mismo año la Corona de Castilla había firmado la Capitulación de Toledo con Francisco Pizarro, que dedicó los meses siguientes a organizar la expedición. Pero Occidente estaba dividido, y en 1536 se consumó una alianza franco-otomana entre Francisco I y Solimán el Magnífico que se prolongó en el tiempo, porque estuvo vigente hasta fines del siglo XVIII, con una serie de acuerdos comerciales, financieros, militares, religiosos y de intercambio de embajadas. Entre los acuerdos militares estuvo uno que consistió en un largo ataque conjunto a Italia. Mientras esto hacía Francia, la España de los Habsburgo procuraba consolidar su vanguardia occidental indiana y hasta celebrar una alianza con la Persia chiíta para poder debilitarlos por la retaguardia. Así, el Occidente que había abandonado a la Cristiandad, empezó a transitar el camino de Constantinopla.
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La expansión del cisma protestante favoreció a los otomanos, que consiguieron alianzas con las diversas iglesias separadas y luego con los Estados confesionales, adversarios de Carlos I y Felipe II, como los Países Bajos, Polonia e Inglaterra, entre otros. Como parte de este ataque combinado se gestó una leyenda negra islámico-protestante sobre España, que, con reelaboraciones sucesivas, ha dejado su huella hasta la actualidad, y es el pensamiento dominante. Sin embargo, el 7 de octubre de 1571, se produjo la batalla de Lepanto, en el mar Jónico. De un lado peleó la Monarquía hispánica y sus aliados en Italia, incluyendo varias órdenes militares con sus comandantes. Del otro, los otomanos y sus corsarios. Fue esta victoria católica la que detuvo a los musulmanes, fue en este ambiente que cristalizó la imagen de España como oscurantista, autoritaria, comeniños, y una leyenda rosa del imperio turco como tolerante, liberal, “verdaderamente cristiano” (sic), que, a nuestro juicio, representó una profunda fractura de Occidente, mientras las Indias permanecían católicas, como refugio de la Cristiandad.
Pasamos entonces al escenario americano. Aunque en 1510 el monje ortodoxo Filoféi de Pskov había profetizado que, tras la caída de Constantinopla, Moscú era la tercera Roma y ya no habría otra, México, en el Extremo Occidente, se convirtió, a partir de 1521, en los hechos, en una nueva Roma también, con el detalle de que era una Roma católica: en un poema escrito para celebrar su centenario, en 1621, Arias de Villalobos la llamó “Roma del Nuevo Mundo”. Unos doscientos años más tarde, Agustín de Iturbide fundó el Imperio mexicano. Cuando decimos Occidente va sobreentendida la idea de que hay una civilización heredera del Imperio Romano de Occidente, que fue la primera estructura estatal que reunió a los pueblos del Mediterráneo occidental y más allá. En el mismo concepto va implícita la idea de que esa civilización es heredera de la cultura y la religión que adoptó hasta el final ese Imperio. A lo largo de la Edad Media, los germanos se consideraron tan herederos del Imperio de rito latino, como Constantinopla, Rusia y Turquía. En 1822 pasó a existir un Imperio del Brasil. Pero en el caso de la América española la convicción de una continuidad directa fue tomada muy en serio.
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En una importante publicación de 1853, Francisco Muñoz del Monte (1800-1865), que era mitad peninsular y mitad caribeño, nacido en Santo Domingo, emigrado a Cuba y luego radicado en la Península, hombre culto y bien informado, partidario de la reunificación de República Dominicana y España (que incluía Cuba, donde también vivió), “España y las Repúblicas Hispano-Americanas”, comparaba la América española con el Imperio romano cristiano de rito latino (“la raza latina”, donde raza es estirpe espiritual o tradición cultural tanto religiosa como histórica y lingüística, realidad objetiva y experiencia subjetiva al mismo tiempo) y Angloamérica con los bárbaros (“raza anglo-germánica”, cuyas características serían la apetencia de poder y el fanatismo) y la misma Roma corrupta, inhumana y pagana de los tiempos precristianos. No creía que afroamericanos e indígenas tuvieran fuerza suficiente para intervenir en esta disputa, pero los incluye dentro de una común identidad “índica”, ibérica y africana. Con base en esta argumentación, y siguiendo el mismo razonamiento, es que José María Torres Caicedo escribiría, en 1857, “la raza de la América latina enfrente tiene la sajona raza”, que es la idea redonda y completa. Pero primero importa la idea de lo que hoy se llamaría “choque de civilizaciones”, en la mencionada pluma hispano-dominicana:
“Esta obra de demolición, como preparativo previo a la absorción ulterior, la prosigue sin tregua el gobierno de las estrellas, con toda la paciencia del fanatismo alimentado por la fatídica creencia en un destino de dominación universal sobre todo el hemisferio descubierto por Colón. Así es que, sin haber plantado todavía su estrellado pabellón sobre las torres de Tenochtitlan [...] la raza latina establecida en más de la mitad del Nuevo Mundo [...] el desarrollo ulterior, la misma existencia de la raza latina son ya un problema, y el hermano Jonatan (brother Jonathan) prosigue creyendo supersticiosamente en la infalibilidad de su predestinación con la misma fe robusta con que Roma y Alejandro, Gengis Kan y Napoleón creyeron en la suya [...]”.
“[...] ¿Cuál es, bajo el punto de vista de la etnografía y de la estadística internacional, la situación actual del Nuevo Mundo? Dos razas lo pueblan principalmente, la raza latina [...] Esas dos razas han luchado desde la más remota antigüedad, y luchan aún con diversa suerte en el Viejo Mundo; esas dos razas han transportado, a través de los desiertos oceánicos, su genio y sus instintos respectivos, para continuar la antigua lucha en las silenciosas soledades del Mundo Nuevo [...]”.
“[...] Las dos razas rivales pugnan en la América; pero también luchan en la Europa, y no por eso están destinadas las poéticas naciones del Mediodía a recibir la ley de las rígidas sociedades del Septentrión.
“Las dos razas rivales lucharon también en la Antigüedad y desaparecieron, durante la lid, las caducas formas eternas del imperio romano; pero la absorción no se verificó; la raza latina no se extinguió. Lejos de desaparecer, la sociedad invadida sometió a la sociedad invasora, imponiéndole el doble yugo de la religión y de la civilización; los germano-tártaros trocaron sus estandartes por la cruz del Gólgota y doblaron su cerviz ante los dogmas de Roma, los códigos de Justiniano y los concilios de la imperial Toledo.”
El siguiente párrafo me parece muy importante:
“Hoy por fortuna las condiciones de las sociedades modernas son más propicias a la conservación y desarrollo de las razas y nacionalidades diversas. La era de la industria empieza a reemplazar a la era de la dominación [por medio de la fuerza]. Cada día se vuelven más difíciles las invasiones armadas, las irrupciones de pueblos enteros sobre otros pueblos; cada día es más fácil prever los acontecimientos, calcular su alcance, modificar su acción, corregir sus tendencias, y atenuar sus resultados; cada día, en suma, es mayor, más eficaz, más directo y universal, el influjo de la inteligencia y de la voluntad, del saber y del querer en el curso de los sucesos.”
Resulta ser un análisis geopolítico precoz y muy interesante. No existía por entonces la ciencia geopolítica, pero se intuía que la religión y el conjunto de la cultura dentro de un continente eran factores de poder global. A esa idea empezaba a sumarse el criterio de que es la lengua la que define a la etnia. Por lo tanto, conservar y expandir un idioma también se intuía que podía ser un factor geopolítico. A primera vista el texto tiene un aire de familia con los de Michel Chevalier, traducido y publicado por la misma revista bajo el título de “Sobre el progreso y porvenir de la civilización” y en el mismo tomo que Francisco Muñoz del Monte, donde quedó estampada la famosa frase “la América del Sur es como la Europa Meridional católica y latina, y la del Norte, pertenece a una población protestante y anglosajona”. El francés fue publicado primero y el dominicano después. Y esto permite afirmar que el segundo texto es una crítica del primero. No sabemos por qué Michel Chevalier no escribió de forma contundente que la América del Sur es católica y latina, pero lo cierto es que no lo hizo, en cambio sí escribió que hay una Europa latina y una Europa teutónica. Hay que esperar a Torres Caicedo para verlo escrito. Con toda seguridad porque, como socialista saintsimoniano no se sentía identificado con esa expresión. Tampoco se entiende por qué separa lo católico de lo latino, cuando en “la América del Sur” de la época (al Sur de EEUU), las dos cosas iban juntas. Más adelante se refiere al “verdadero catolicismo”, “la ley de la familia humana toda entera” y “la lengua universal” (Parte III) Hay que leer completos a los dos autores para captar las diferencias conceptuales, de razonamiento y argumentación, que remiten a preocupaciones diferentes. Ya vimos las de Francisco Muñoz del Monte. Las siguientes son del francés:
La contradicción que interesa a Chevalier es entre Oriente y Occidente, la otra es secundaria.
Occidente debe abrir el mercado chino.
Los árabes son los intermediarios entre Occidente y China. Europa occidental debe despertarlos, ya que han perdido su antiguo brillo.
Europa ya ha controlado el Pequeño Oriente; ahora debe ir por el Gran Oriente. El istmo de Suez es tan fundamental como el de Panamá.
La misión de los pueblos latinos y germanos de América es poner en contacto a Europa y Asia.
Pero, “hace un siglo que la superioridad, que antiguamente estaba de parte del grupo latino, ha pasado al grupo teutónico”. “Solo los rusos y los pueblos de origen anglo-sajón, son los que hoy tienen puestas sus mientes en el Asia lejana, y se agolpan a sus fronteras terrestres o marítimas.”
“Sin embargo de esto, los pueblos de origen latino no deben permanecer inactivos en lo que se prepara, a lo menos no pueden verificarlo sin arrostrar la humillación y la ruina. Admirable es la ocasión que se les presenta para reconquistar el rango que han perdido.”
“La Francia participa de las dos naturalezas germánica y latina; en religión es católica por sentimiento, y protestante por carácter y temperamento; reúne el nervio intelectual de los alemanes con el gusto elegante de los meridionales.”
“De lo dicho se infiere que en los acontecimientos, que al parecer deben apuntar muy pronto, la parte de la Francia puede ser muy grande; porque ella es la depositaría de los destinos de todas las naciones del grupo latino en ambos continentes. Ella sola puede impedir que esa familia entera de pueblos sea sepultada en el doble desbordamiento de los germanos y sajones y de los eslavos, A ella loca despertarlos del letargo en que están sumergidos en los dos hemisferios, elevarlos al nivel de las demás naciones, y ponerlos en estado de figurar en el mundo.”
“De este modo, examinada la escena política bajo el punto de vista francés presenta en el segundo término, a cierta distancia todavía, el contacto de las dos civilizaciones de Oriente y de Occidente, al cual están llamados los franceses como medianeros, y más adelante, la educación por la Francia de todos los pueblos latinos y de una gran parte de las poblaciones árabes vecinas del Mediterráneo.”
“[...] nos parece que la Francia está llamada a ejercer un patronazgo benévolo y fecundo sobre los pueblos de la América del Sur, que no se hallan aún en estado de bastarse a sí mismos”.
De todas las naciones latinas, los franceses son los más aptos para apropiarse de las innovaciones técnicas de la revolución industrial inglesa.
Es una argumentación claramente racista y colonialista. Aunque cita a Luis XIV, su enfoque geopolítico recuerda la alianza franco-turca de Francisco I. Una reactivación del eje protestante-islámico con miras al dominio del mercado chino. Una reelaboración de la geopolítica exterior para marginar a la Hispanidad y poner el centro en el mundo anglogermánico. De nuevo, una fractura en el bloque occidental, que no hizo más que debilitarlo. Esta vez la fractura era en el Extremo Occidente formado por España y las repúblicas hispanoamericanas. Se escribió que África empezaba en los Pirineos, que España no era Europa. Que los íberos eran una raza inferior. Que el mestizaje debilitaba. Que el español no era una lengua científica. El poema Las dos Américas de José María Torres Caicedo, escrito en 1856, empieza con esa desilusión que provoca, en la entonces llamada “América Meridional” la actitud de EEUU:
I
“Rica, potente, activa y venturosa
Se levanta de América en el NIV
“México al Norte. Al Sur las otras hijas [...]
De Washington la patria contemplaron [...]
Por tipo la tomaron, por modelo;
Buscaron su amistad con vivo anhelo,
Y su alianza buscaron como un bien.
“Ella, entre tanto, altiva desdeñaba
La amistad aceptar de sus hermanas;
El gigante del Norte, como enanas
Miraba las Repúblicas del Sud. [...]
V
“Más tarde, de sus fuerzas abusando,
Contra un amigo pueblo a guerra llama [...]
Su suelo invade, ejércitos derrama
Por sus campos y bella capital [...]
El yankee odiando la española raza,
Altivo trata al pueblo sojuzgado,
Y del campo, encontrándose adueñado,
Se adjudica riquísima porción [...].”
El artículo de Muñoz del Monte parte de preocupaciones opuestas a las de Michel Chevalier. Que su artículo fue una contestación a Chevalier, lo demuestran las conclusiones del dominicano al final de su nota sobre “España y las Repúblicas Hispano-Americanas”, que no lograron disuadir a Chevalier, ni a la política exterior francesa, inglesa y angloamericana, pero pusieron los puntos sobre las íes a los defensores de las doctrinas supremacistas anglofrancesas. Escribió Muñoz del Monte como conclusión de su artículo: “La idea de paz domina hoy en la América antes española [...] La paz será un hecho práctico por lo mismo que es un sentimiento universal [...].”
“La generosa sangre española circula en las venas de sus habitantes con el orgullo de su origen y la magia de sus recuerdos. Su área geográfica ocupa casi los dos tercios del Nuevo Continente. Su población, bien que relativamente escasa, equilibra con corta diferencia a la de los Estados Unidos. La unidad del dogma católico las preserva de las disputas religiosas [...] Les faltan la unión de las repúblicas unas con otras y la unión de los ciudadanos entre sí; les faltan la unidad de intención, la comunidad de política, la convergencia de miras encaminadas al grande objeto de reorganizar su administración interior y preservar su nacionalidad y su raza de las usurpatrices tendencias exteriores.”
Cómo lograr esto, lo indica unos párrafos antes:
“Sentados los hechos y consideraciones precedentes sacamos en limpio que tres postulados indispensables dominan sin réplica la inmensa cuestión de las relaciones de España con las novísimas naciones de su sangre y origen.
Que en la lucha de las dos razas actuales, pobladoras y dominatrices de la América, si el elemento latino pesa más en la balanza bajo el aspecto de la extensión territorial y de la posición estratégica, el elemento anglogermano le lleva conocidas ventajas bajo el punto de vista de la importancia política y de la actividad social y civilizadora.
Que, excepto la España y la Francia, ninguna de las otras naciones del Occidente y del Mediodía de la Europa, bien que tengan la voluntad y el deseo, cuentan con la posibilidad y los medios de contribuir eficazmente al mantenimiento del equilibrio de aquellos dos elementos.
Que no habiéndose revelado hasta ahora por Francia un propósito firme y decidido de preservar de la proyectada absorción y a los pueblos de raza latina establecidos del otro lado del Atlántico, la verdadera y sólida fianza de su salvación reside únicamente en sus propios recursos, secundados hasta el alcance de sus medios actuales por la simpática cooperación de su antigua metrópoli.”
Lo que estaba fundando Muñoz del Monte era el panhispanismo junto con el latinoamericanismo, sin contradicción. Lo que estaba fundando Michel Chevalier era la justificación del colonialismo anglofrancés. Al panlatinismo propiamente dicho, en el sentido de una fraternidad de pueblos latinos, lo que Ardao llama “idea latina”, hay que situarlo hacia 1866 en la fraternidad-catalano provenzal de Víctor Balaguer y Federico Mistral.
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Muñoz del Monte formó parte de una generación consciente del vacío de poder que se había generado en la América Hispana desde 1808. Como otros, trató de salvaguardar lo que permanecía, reconstruir los vínculos entre los países hispanoamericanos y con España. Ese esfuerzo dependía de una serie de alianzas y de reorganizaciones institucionales. Mientras se deterioraba un bloque, otro avanzaba. El año 1853 en que se publicó su ensayo, es fundamental en la historia de la Humanidad. En 1836 se formó la República esclavista de Texas, que México no reconoció. Pero era muy débil para bastarse por sí misma, así que se unió a EEUU. Esto, a su vez, le generó a la Unión dos problemas: cómo incorporar a Texas y un conflicto con los territorios limítrofes. Texas se unió con condiciones, que mantiene hasta el día de hoy, de tal manera que su escisión, en un momento futuro, podría ser legal, lo que hoy se llama el Tex-it, una iniciativa para proclamar la segunda independencia de Texas, a raíz del conflicto entre los republicanos liderados por Bryan Slaton contra el presidente Joe Biden, el 9 de marzo de 2023. Del lado hispanoamericano, la pérdida de más de la mitad del territorio de México en 1848, más la venta forzada de La Mesilla, en 1853, la intervención de William Walker en Nicaragua, en el mismo año, provocaron una profunda sensación de vacío de poder. Ese mismo año el comodoro Matthew Perry de la Armada de EEUU, que en 1846 había intervenido en Tabasco, apareció en la Bahía de Edo (Tokio) para forzar a Japón a abrirse al comercio internacional.
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La conclusión hispanoamericana sería que, a partir de 1853 ingleses y angloamericanos están pasando por su etapa de expansión territorial y luego podría comenzar una etapa de expansión mercantil, pero no desinteresada. Las repúblicas que en la 2da mitad del siglo XIX han roto con España, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX ya es claro que tampoco adhieren al proyecto panamericano de EEUU. Lo descubrimos en la retórica de José Martí, y en especial, en este texto que es fundacional de la triple división del Extremo occidente en panhispánicos, panamericanos y latinoamericanos:
Jamás hubo en América, de la Independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia. (MARTÍ, José, Congreso Internacional de Washington, 2 de noviembre de 1889 en NUESTRA AMÉRICA, Biblioteca Ayacucho, 2005, pág. 57)
No parece en ese momento, pero Occidente cada vez más se desliza a su fractura definitiva. EEUU llega a lo que podría considerarse su punto culminante a mediados del siglo XX, pero eso tras un notable cambio del Orden Mundial que beneficia a los anglosajones y a las repúblicas democráticas liberales: después de la I Guerra Mundial caen todos los imperios, menos el británico, lo cual afecta la fisonomía de Europa, de Eurasia y del Lejano Oriente. La crisis de 1929 hunde muchas fortunas y países, pero sobre todo altera profundamente el Orden Mundial. De la crisis y de la guerra EEUU sale gracias al apoyo de los aliados, que en ese momento se llamaban “naciones unidas”. Esos aliados aceptan que haya normas supranacionales, que los gobiernos organicen sus políticas públicas con ayuda de los organismos internacionales, y además aceptan la que a partir de ese momento se transforma en la divisa internacional: el dólar. Para sostenerlo, EEUU necesita demostrar continuamente que es la primera potencia militar.
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Ahora volvamos a Constantinopla. Su caída empezó mucho antes de la toma de la ciudad por los otomanos. Unos 400 años antes con el cisma ortodoxo. Al principio no parecía importante. Algo similar pasa con EEUU. En este siglo han aparecido, no sólo muchas notas que se titulan “La caída del imperio estadounidense” sino una película de unas dos horas de duración; por algo se empieza: por acostumbrarse uno a la derrota. Ángel Bermúdez de BBC Mundo nos dice que hay 6 indicadores por los cuales EEUU está al nivel de los países subdesarrollados: esperanza de vida, mortalidad infantil, mortalidad materna, tasa de homicidios, embarazos adolescentes, educación. ¿EEUU es un país rico o un país con ricos, que además tienden a invertir, no en su país, sino donde mejores beneficios pueden obtener, donde hay menos regulaciones y pagan menos impuestos? Pero el funcionamiento de la economía estadounidense depende del dólar, el cual a su vez depende del desempeño militar de EEUU. El día que los ejércitos de EEUU ya no inspiren temor -nos dice Thierry Meyssan en el último artículo que ha llevado ese título-, tampoco el dólar tendrá valor. Y los bloques que hace posible “la diplomacia del dólar”, podrían desaparecer. De hecho hace tiempo que hay bloques ensayando otra moneda o al menos una “canasta de monedas” pero sin el dólar.. Pero entonces ¿cómo podrá pagar EEUU sus gastos y seguir manteniendo su nivel de vida? ¿Optarán sus aliados por sumarse a otros bloques? Con sus problemas de salud y avanzada edad, el presidente de EEUU, Joe Biden, no inspira mucha confianza, y como si fuera poco su hijo está involucrado en escándalos. El asalto al Capitolio que se produjo en el momento del recuento de los votos es sintomático. El célebre Henry Kissinger acaba de morir con cien años. Israel tiene graves problemas y Ucrania está empantanada. Pero los que podrían darle una mano a EEUU, se la sueltan, y se pasan a los BRICS, que ya no significa solamente “Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica”, sino -a partir del 1º de enero de 2024-, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, un previsible Irán, y hay que esperar la postura que tome Argentina, que quizá prolongue esa agonía. China, además, cuenta con otro mecanismo aliado: la Organización Cooperativa con sede en Shanghai, que integran aparte de China, Rusia, Kazajstán, India y Pakistán, uniendo el Ártico con el Índico y reuniendo a la mitad de la población mundial. Este bloque querrá tener su propia moneda. Si EEUU empieza a tener problemas de liquidez, los Estados más débiles se conmocionarán y los más ricos quizá quieran separarse de la Unión. Esto no es algo que nadie haya pensado. Hasta hay planes para hacerlo de la forma más indolora posible. Tengamos presente, además, que la población hispana viene recuperando territorio allí mismo donde fue expropiada.
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¿Qué queremos decir con esto? Que a medida que EEUU se debilite, lo cual en la historia humana es inevitable, y sobre todo con cambios de bando tan importantes como Arabia Saudita, una potencia petrolera cuya riqueza sirvió de respaldo al dólar, un vacío quedará en América. Tenemos que ser capaces de llenar ese vacío, estar preparados para hacerlo, y somos plenamente aptos en ese sentido. Tengamos presente que la mayoría de la población americana es iberoamericana, y también somos los que contamos con la mayor parte de los recursos. Tampoco vamos a la zaga en creatividad tecnológica.Y nuestra posición geográfica es de las más estratégicas. ¿Seremos, entonces, capaces de llenar el vacío que quedará en América? Será mejor para nosotros, estar cerca de ese objetivo, antes que EEUU esté definitivamente en decadencia.
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