¿Necesitamos un nuevo Contrato Social?
- Manuel Galán
- 17 ago
- 3 Min. de lectura
Rousseau, los ilustrados franceses… y la Escuela de Salamanca
En 1762, Jean-Jacques Rousseau publicó El contrato social. Un libro que se convirtió en referencia obligada para entender la democracia moderna: la soberanía reside en el pueblo, el poder necesita legitimidad y la “voluntad general” es la base de la vida política. En su momento fue una auténtica bomba intelectual contra el absolutismo y la monarquía de derecho divino.
Pero aquí surge la pregunta: ¿de verdad empezó todo con Rousseau y los filósofos franceses del XVIII? La respuesta es que no. Dos siglos antes, en la península ibérica, un grupo de teólogos y juristas ya había planteado muchas de esas ideas. Se llamaron a sí mismos la Escuela de Salamanca.

Salamanca, dos siglos antes
En pleno siglo XVI, cuando España era el centro del mundo conocido, pensadores como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Francisco Suárez o Juan de Mariana debatían temas tan actuales como estos:
Los derechos de los pueblos indígenas recién descubiertos en América.
El origen del poder político: ¿de Dios directamente al rey o del pueblo al gobernante?
La dignidad del ser humano y la existencia de derechos naturales previos a cualquier ley.
La legitimidad de deponer a un gobernante injusto, incluso por la fuerza.
Si lo pensamos bien, esto suena muchísimo a lo que luego la Revolución Francesa pondría en letras grandes en 1789 con su famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Rousseau y compañía
Rousseau, Montesquieu, Voltaire o Diderot escribieron en un contexto distinto: una Francia atrapada en el absolutismo, con desigualdad social y hambre de libertad. Su aportación fue decisiva porque convirtieron las intuiciones filosóficas en un programa revolucionario.
Rousseau habló de la voluntad general como fundamento de la soberanía.
Montesquieu diseñó la separación de poderes como freno al despotismo.
Voltaire y los enciclopedistas defendieron la libertad de conciencia y el progreso racional.
Pero, si lo miramos en perspectiva, muchas de esas ideas ya estaban formuladas dos siglos antes en la tradición hispana.
Coincidencias y diferencias
Origen del poder
Salamanca decía que el poder reside en el pueblo y este lo delega en el gobernante.
Rousseau decía que la soberanía está en la voluntad general y no se puede delegar.➝ Diferente formulación, misma intuición.
Derechos naturales
Vitoria y Suárez defendieron que todo ser humano tiene derechos previos a la ley.
Los franceses lo llevaron al papel con la Declaración de 1789.
Límites al gobernante
Mariana justificaba incluso el tiranicidio contra un rey injusto.
Rousseau decía que si se rompe el contrato social, el pueblo tiene derecho a rehacerlo.
Religión y laicidad
Salamanca se apoyaba en la tradición cristiana.
Rousseau y los ilustrados buscaban un marco laico y racional.
Entonces, ¿Qué nos toca hoy?
Si Rousseau fue útil en 1762 para romper con el absolutismo, y Salamanca fue pionera en el XVI para pensar la dignidad y el poder, hoy nos toca dar un paso más. Las ideas que nos han servido durante siglos están agotadas frente a problemas nuevos:
La tecnología y el poder de los algoritmos.
La globalización y las identidades culturales.
La desconfianza creciente hacia partidos e instituciones.
El reto de equilibrar libertad individual con bien común en un planeta limitado.
Quizá necesitamos un Nuevo Paradigma Social. Un contrato social para el siglo XXI que no copie ni a Rousseau ni a Salamanca, sino que beba de ambos y se atreva a pensar más allá
.
👉 Esa es la reflexión que lanzo aquí: Si en su momento los grandes pensadores tuvieron el valor de replantear las reglas del juego, ¿no nos toca ahora a nosotros hacer lo mismo?



Comentarios